¿Sabes? Después de que terminó el peor año de mi vida, hasta cierto punto agradezco a la vida que me haya enseñado tanto. Bien dicen que no hay mejor maestro que el dolor, y ¡vaya que es cierto!
Durante el año pasado sentí el peor dolor que haya sentido en la vida, perder a mi amiga, mi consejera, mi confidente, mi compañera, a mi madre, me ha enseñado tantas cosas. Me enseñó que el amor, el verdadero, hace que la gente que más amamos tenga vida eterna en nuestros corazones, me enseñó la enorme fuerza que tengo y me hizo ver que soy capaz de superar cualquier cosa que se me ponga enfrente.
Es curioso, antes de que esto pasara mi vida era bastante buena, tenía unos padres que se amaban y respetaban y que se desvivían por mi hermano y por mí; tenía un hermano con el que me llevaba muy bien, un padre que me consentía, en fin, una vida bastante cómoda.
De un momento a otro todo cambió: mi mamá dejó este mundo para unirse a uno infinito, mi padre se convirtió en viudo y mi hermano y yo nos quedamos sin mejor amiga. Tristemente no estábamos preparados para eso, aunque a decir verdad, no creo que en algún momento lo hubieramos estado. Sin embargo, a un año de distancia puedo decir que nos va bastante bien. Hemos tenido muchos tropiezos y dolores de cabeza y hemos derramado tantas lágrimas que creo que ya usamos nuestra dotación de toda la vida. Pero aquí seguimos, juntos. Sé que a lo mejor en un futuro no tan lejano mi hermano y yo emprenderemos un camino diferente, pero tengo la certeza de que mi mamá nos ha dejado un legado inolvidable: el amor que nos tenemos nos mantendrá unidos a pesar de la distancia.
En lo personal, yo he tenido que asumir -hasta cierto punto y en algunas circunstancias- el rol que cumplía mi mamá. He tenido que aprender a ser mediadora, a ocuparme de ciertas cosas. Es justo ahora que me doy cuenta de todo lo que ella me enseñó - y en algunos casos me heredó-. Tengo mucho que agradecerle, entre todo, el carácter que me formó; ese carácter inconfundible que tenía y que la hacía ser justo como era. Ese carácter que me ha ayudado a lograr muchas cosas y a ganarme el respeto de muchas personas. Me heredó la fuerza que me ha ayudado a seguir adelante y a elegir lo mejor para mí, aunque en el momento no parezca lo más adecuado.
Hoy puedo decir que no me arrepiento de nada. Por primera vez en la vida estoy haciendo lo que quiero y no lo postergo más. Hago y he hecho cosas que me encantan y me llenan de satisfacción, hago cosas por mí, por sentirme bien conmigo, por salir adelante, por llenar sus expectativas -y las mías de paso-.
Es curioso, pero hace mucho tiempo que no me sentía "yo". Hoy me siento feliz, y aunque nunca la dejaré de extrañar, he aprendido a vivir con su ausencia. Y digo ausencia refiriéndome a la física, porque sé que ella está muy cerca. Sé que siempre habrá algún momento en que llore por ella, en el que me sienta mal o la extrañe más de lo normal. Así será y no me sentiré mal por eso. No me preocuparé por ocultar mis emociones, eso estuve haciendo todo un año y no me resultó muy bien que digamos.
Hoy no soy la misma persona, y también debo agradecérselo a ella. Hoy soy una mejor persona, más plena, más feliz y sobre todo, consciente de que la vida se puede terminar tan rápido que no puedo permitirme no disfrutar cada momento del día. Cuando no obtienes lo que quieres, siempre obtienes algo: experiencia. Ya depende de cada quien el aprendizaje que permanezca en cada uno.
Hoy me siento feliz y me siento tranquila. Hoy me siento capaz de todo. Hoy creo que la vida me tiene guardado algo muy especial y me lo da en pequeños abonos cada día. Hoy tengo a los mejores amigos. Hoy tengo a mi lado a una persona que me ama a pesar de mis defectos. Hoy tengo un papá y un hermano que me consienten demasiado. Hoy tengo tíos, primos y una abuelita que están conmigo siempre. Hoy tengo la ventaja de tener a mi madre muy cerca de Dios para ayudarme y guiarme en cada paso. Hoy tengo fé. Hoy sé que todo va a estar bien. Hoy tengo esperanza.
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lunes, 9 de febrero de 2009
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